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viernes, 31 de mayo de 2013

Los amigos que perdí

Salí en busca del tiempo perdido
siguiendo el rastro de un amanecer.
Y me encontré con gente sin medida,
de los que nadie quiere conocer.

Un viejo me dio clases de estricnina,
un escritor me habló del mal de honor,
un juez me absolvió de mi rutina
y una flor me extirpó el dolor.

Si quieres verme, vas a tener que explorar
esos desiertos que no puedo abandonar.
Abrí una puerta que se cerró tras de mí
y no me duelen los amigos que perdí.

Me especialicé en noches suicidas
justo el día en que la conocí.
Y confundí molinos con gigantes
después de una semana sin dormir.

Si quieres verme, vas a tener que explorar
esos desiertos que no puedo abandonar.
Abrí una puerta que se cerró tras de mí
y no me duelen los amigos que perdí.

El miedo es un cuchillo afilado,
la venganza una flecha clavada.
No hay nada más inútil que el odio.
No hay nada más doloroso que el rencor.

Trato de salir de mi mente.
Me esfuerzo por desaprender.
Recorro el camino inverso.
Busco el origen, busco algo ahí fuera...

Si quieres verme, vas a tener que venir
a esos lugares que no puedo describir.
Abrí una puerta que se cerró tras de mí
y no me duelen los amigos que perdí.

Si quieres verme, vas a tener que asumir
que hay ciertas cosas que me alejarán de ti.
Abrí una puerta que se cerró cuando hui
y ya he olvidado a los amigos que perdí.

DORIAN

domingo, 9 de septiembre de 2012

La puerta

La puerta del reino la guardan dos xanas morenas que se turnan una alabarda de plata.

Cuando una vigila, la otra duerme y descansa sobre un abanico de agua que fluye desde la puerta.

Tan hermoso y tan distinto es el reino submarino que esconde el abanico como el que las hojas de madera de encina de la puerta guardan.

sábado, 8 de septiembre de 2012

El sabio

Había una vez una samurái intrigado por la muerte. Quería saber cómo podría distinguir si iba al cielo o al infierno.

Fue a visitar a un sabio y le preguntó:
-Usted es sabio. ¿Sabría decirme cómo reconocer las puertas del cielo y del infierno, para buscar unas y evitar otras?

El sabio le preguntó a su vez:
-¿Y tú quién eres?
-Yo soy un valiente y famoso samurái, a quien el propio emperador respeta.
-No eres más que un soldado ignorante. Vete de mi vista.

El samurái no estaba acostumbrado a que le tratasen así. Encolerizado, alzó su espada contra aquel hombre impertinente.
Pero entonces el sabio le advirtió con firmeza y sin alterarse:
-Ésas son las puestas del infierno.

Es samurái se avergonzó por haberse dejado enfadar, y conminando sus emociones, se inclinó ante el sabio pidiendo perdón.
El sabio repuso:
-Ésas son las puertas del cielo.