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sábado, 5 de enero de 2013

Verdad

Para acercarse a la verdad no basta con quererlo, hay que saber.
Y para saberlo no basta con ser listo.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Sabiduría

El maestro leía en voz alta un texto antiquísimo, tomado de una recopilación de textos míticos y alegóricos de las primeras edades.

Sólo hay una persona que lleve la cuenta de los años. Esa persona no está disponible al teléfono, ni sale en los medios. Vive entre los tres planos: la luz, el tiempo y la vida.
Pero puedes encontrarla, búscala lo más lejos del ruido, donde la luz se confunde con el brillo de la música y los colores son palabras sin idioma.
Irás oyendo su voz cada vez más cerca; su canción de verdad, aunque no la entiendas, síguela. Verás su cuerpo resplandecer desde lejos, mientras el suelo se va elevando hasta formar una columna hacia el cielo, pilar de la honestidad.
Si abandonas tu impedimenta podrás trepar por el pilar hasta sus pies, que dividen los mares. Su vestido celeste y oro flota en los vientos alegres que mueve su propio aliento vital.
Bajo el canto ensordecedor oirás su corazón palpitar dirigiendo los segundos, y tras la luz de su rostro verás la corona espinada de las estrellas.
Si alguien alcanza a asomarse a la negrura de sus ojos, ya no saldrá del pozo sin fondo de su infinita existencia, el hiperespacio donde todo ha pasado y todavía no es tarde para empezarlo todo.
Si hay alguien que lo sabe todo, es única y es Ella.
Si alguien pudiera estar con ella y volver para contarlo, quedaría demostrado que podemos saberlo todo. Pero como no podemos, los homo socraticus seguimos sin saber nada.


Conservaba en su biblioteca aquella antología de escritos de las primeras edades por pura afición personal, pero también le veía cierto valor instructivo. Agregó una nota al texto:

"El problema fundamental de la moralidad es que podemos hacer más de lo que sabemos."