El famoso axioma cartesiano "Pienso luego existo" siempre se traduce mal.
René Descartes escribió "Je pense, donc je suis", que se tradujo al latín académico de entonces como "Cogito ergo sum", o sea, "Pienso luego soy". Sin embargo, suele traducirse al castellano como "Pienso luego existo, en una muestra más de la clásica confusión entre el ser y el existir, o lo que es igual en una contradicción entre mi libro de Filosofía de 1º de Bachillerato, que dedicaba un tema entero a distinguir la esencia de la existencia, y el de 2º, que traducía a Descartes con la opción del "existo".
Siempre me resultó difícil de creer en el "Pienso luego existo". ¿Acaso no hay seres ficticios -que son seres- con atributo de pensamiento? Si sostenemos que no piensan, estamos aceptando el "Pienso luego existo". Sin embargo, yo considero que el ser es, y que el pensamiento puede atribuirse a un ser inventado como puedo inventar que es rubio o que es un geranio. Imagino un geranio que piensa. Pero por mucho que piense, no existe. Piensa, pero no existe. ¿Se equivoca Descartes? No: se equivoca su mala traducción.
Ahora bien, mi geranio pensante es un ser. Lo es desde el momento en que es algo: geranio, pensante, ficticio... Sus atributos constituyen su esencia, su ser. Piensa luego es. Y eso es, literalmente, lo que dijo don René.