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viernes, 19 de abril de 2013

El hombre de hielo



El hombre de fuego se convirtió al envejecer en un hombre de hielo.

El gélido tirano no sólo había cambiado de nombre, también de conducta, incluso costaba reconocerlo físicamente. Pero conservaba ese gran poder que lo había hecho famoso como sembrador de mundos y destructor de ciudades.

El poder puede desaparecer sin extinguirse, dejar de manifestarse, o cambiar de uso. El poder trasformador que este hombre había desarrollado en su juventud hasta el punto de extender el miedo animal entre sus enemigos y la devoción mística entre sus seguidores se había ido invirtiendo en preservar lo creado, mantener su obra, conservar la luz de su antorcha. Hasta el punto de que su llamarada se congeló, y lo que había sido un torrente de lava quedó detenido en coladas de roca fría.

Nunca dudó seriamente de sí mismo. A pesar de que ocupaba el lugar de los señores de hielo a quienes conquistó, siempre tuvo el convencimiento de que su estallido había sido una liberación para su universo y que con ella había creado un paisaje mayor y mejor que el precedente. Y aunque no fuera así, aún tenía otra razón más íntima y definitiva para legitimarse, pues creía en el derecho de las estrellas como él en expandir su energía, crear sus mundos y reinar sobre ellos hasta la morir de frío… o devorado por otra estrella.

miércoles, 27 de marzo de 2013

La arenga


-¿Seguro que no quieres hacerlo tú mismo? Esto es un acto muy simbólico, casi paternal.

-No es necesario. A estas alturas el compromiso ya no es conmigo, sino consigo mismos, con la Flota y la República. Tú mismo lo has visto. Cuando esto acabe, si acaba bien, los que lo empezamos habremos cumplido nuestra misión con creces, recogeremos los laureles y nos retiraremos sin causar molestias. 

El mariscal cesó su charla cuando el soldado elegido llegó al puente. Había sido seleccionado entre los oficiales más comprometidos y motivados, asiduo del grupo de teatro, el que tenía la mejor voz. El mariscal se había ocupado de escribir personalmente la arenga que la tropa necesitaba después del fatigoso viaje y la tensa espera hasta que el enemigo fue divisado. El oficial que en adelante sería conocido como la Voz y reconocido por ella se acercó al aparato con aplomo, como en el escenario, pese a que la comunicación sería sólo en audio para no distraer toda la atención de los pilotos y soldados, que ya tenían la vista sobre el enemigo distante.

Tras el tono de conexión, comenzó:

-¡Soldados! Hablo en nombre del mando de la Flota. Todos habéis recibido las órdenes. Sabéis por qué estamos aquí: Hemos venido a defender la República contra el mayor enemigo al que se haya enfrentado.

»El Mariscal nos lo ha enseñado: Nuestras armas son los huesos de la República. No existen mejores soldados que nosotros, porque sabemos quiénes somos: Somos la garantía de supervivencia de un organismo mayor que todos nosotros. Juntos formamos la mayor civilización conocida, y cada ciudadano confía en cada uno de nosotros para cumplir esa misión, y las que vendrán. 

»Sabéis que no existe mayor honor que servir en esta Flota luchando por nuestros hermanos, ni mayor gloria que morir por los camaradas. Si alguna vez fracasamos, persistimos en el objetivo. Si morimos, nuestros compañeros ocuparán nuestro lugar. Hasta la victoria. 

»Luchamos por nuestro mundo. ¡Adelante!

sábado, 16 de febrero de 2013

La muerte del pasado

Tenía diecinueve años, vivía con un colega en un piso oscuro y mi vida se reducía a ir a clase y estudiar. La carrera había tomado velocidad de crucero y era frustrantemente lenta, no tenía internet ni salía -no había llegado la época de las redes wifi-, incluso había dejado de leer libros. Mi aislamiento social llegaba a su máximo hasta entonces.  Me justificaba porque menos tiempo de estudio habría significado aún menos aprobados, pero luego he comprobado que no era cierto: simplemente no me gustaba socializar. 

Vale, aún tenía unos pocos amigos. Y fueron ellos (ellas) quienes notaron antes que yo los síntomas de lo que sería una “enfermedad rara” que me daría varios años de dolorosos paliativos, efectos imprevistos, quebrantos familiares y educativos, curación costosa y en general una mierda de calidad de vida. El hecho de ignorar los síntomas y tomármelo como algo que se curaría solo, visto desde hoy, es un argumento más para volver a fijar la mayoría de edad a los 21, tal era mi estupidez y capacidad de autoengaño antes de esa edad.

Mi mayor compañía era la radio. Y un día escuché La pequeña muerte, de Lori Meyers

No es de las mejores canciones de Lori Meyers (ni siquiera entonces, luego han mejorado en mi opinión), pero en aquel momento el estribillo era el adecuado a mi estado emocional:
  
Es mejor ver el presente
No pensar más en la muerte
Seguiré contigo al lado
  
Para no pensar más en la muerte hay que haber pensado en ella en algún momento. Esto me ayudó a darme cuenta de que estaba renunciando a preocuparme conscientemente. En mi estupidez, me limitaba a sufrir las molestias crecientes (“ver el presente”) encerrando el miedo en el inconsciente. Es decir, tenía miedo. Incluso aunque la enfermedad no tenía por qué ser mortal, yo temía que sí lo fuera (o en su defecto a arruinarme al vida), pero me negaba a aceptar mi miedo, a tomarlo en serio.
 
Y bueno, lo de seguir contigo al lado es el relleno amoroso de casi todas las canciones del mundo, no iba conmigo.
 
Había que hacer algo. Empecé a ir al médico por los síntomas más dolorosos, de origen confuso, obviando detalles importantes que resultaron ser los que identificarían el mal. Durante el penoso proceso de pruebas, palos de ciego y cierto trato de favor que acabó en el diagnóstico y las primeras intervenciones -sencillas para los médicos pero muy molestas para mí- me di cuenta de que mi enemigo era el dolor, no la muerte. Cada nueva visita a una fría mesa de torturas en paños verdes me causaba un terror que me hizo olvidar cualquier otro. 
 
Como leería después, los cambios que sufre un individuo con el tiempo son tales que puede considerarse psicológicamente otra persona con los recuerdos de haber sido la primera. La muerte del pasado, el final de todo lo que significaba tu vida, está descrito en los tristes versos de Celtas Cortos:
 
Ya no queda casi nadie de los de antes.
Y los que hay… han cambiado. Han cambiado, sí.
Mi tercera edad estaba muriendo, aunque no me di cuenta hasta después de que ocurriera y pude sentirme renacido.

martes, 22 de enero de 2013

El hombre que casi conoció a Michi Panero



Es hora de recapitular
las hostias que me ha dado el mundo.
Hoy vendrán a oír mi último adiós. Bien.
Uno a uno van llegando y yo
los recibo en batín.

Y unos me llaman chaval
y otros me dicen caballero.
Alguno no se ha querido pronunciar.
Yo una vez tuve un amor,
pero si he de ser sincero
dije "no" en el altar
y cuando digo no es no.

Fracasé una vez, fracasé diez mil
y aun así alzo mi copa hacia el cielo
en un brindis por el hombre de hoy
y por lo bien que habita el mundo.
¡Mirad, las niñas van cantando!
(Niñas): Shalalaralalá...

Y no me habléis de eternidad.
No me habléis de cielos ni de infiernos.
¿No veis que yo le rezo a un dios que me prometió
que cuando esto acabe no habrá nada más?
Fue bastante ya...

Nunca fui en nada el mejor,
tampoco he sido un gran amante.
Más de una lo querrá atestiguar.
Pero si algo hay capital,
algo de veras importante,
es que me voy a morir
y cuando digo voy es  voy.

Lo he pasado bien, y casi conocí en
una ocasión a Michi Panero,
y es bastante más de lo que jamás
soñaríais en mil vidas.
¡Mirad, las niñas van cantando!
(Niñas): Shalalaralalá...

Dejadme preguntar: ¿Es esto el final?
Y si es así, decid: ¿Me vais a extrañar?
¡Ah, veo que asentís pero yo sé que no!

Qué lástima, no dejaré
nadie a quien transmitir mi sabia;
consideré insensato procrear.
Y diréis de mí que soy
un viejo verde y cascarrabias,
y diréis muy bien,
y cuando digo bien es bien.

¡Largo ya de aquí! ¿Qué queréis de mí?
¿Es mi alma o es mi dinero?
Si de uno carezco y la otra es
una anomalía en esta vida.
¡Mirad, las niñas van cantando!
(Niñas): Shalalaralalá...


¡Y unos me llaman chaval,
y otros me dicen caballero!
¡Alguno declinó mi oferta para hablar!
¡Yo una vez tuve un gran amor,
pero si os he de ser sincero
dije "no" en el mismo altar,
y cuando digo no quiero decir que no!

He bebido bien, y casi conocí en
una ocasión a Michi Panero,
y ahora brindo en paz por la humanidad
y por lo bien que habita el mundo.
¡Escuchad, os lo diré cantando!
(Viejo): Shalalaralalá...

Has...ta... nun...ca...

Nacho Vegas

jueves, 22 de noviembre de 2012

Sacrificio

Cada vez que veas morir a un hombre bueno, cada vez que una mujer valiente perezca bajo la violencia de los cobardes o los estúpidos,
entonces en este mismo mundo estará naciendo una persona que ocupará su lugar entre las filas de los santos salvadores.
Porque el amor nunca muere, cada vez que se mata a un profeta de la libertad, nace otro apóstol de la fraternidad.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Pena de la muerte

"El problema de la pena de muerte justa es que es pragmáticamente imposible de implantar: Para que exista una pena de muerte justa, deberíamos tener un desarrollo cultural, social y humano tal como para saber ser completamente justos, racionales y prudentes, así como una capacidad competente de prever y prevenir las tendencias criminales, pero, si eso pasase, ya no haría falta usar tal condena."
O. P. Wilkituski

Pues sí, sigue habiendo gente que se plantea la conveniencia de la pena de muerte hoy. Me apena pensar que argumentos cutres y mal aplicados como "que se les pague con la misma moneda" o "estoy harto de ver a culpables sueltos" sigan teniendo muchos defensores en nuestro entorno.

Si este blog fuera un sitio popularísimo os animaría a comentar vuestra opinión.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Una vida



-¿Laurie? ¿Estás bien?

-¡Claro que no! Blake, ese bastardo, y mi madre, me… me engañaron, ¡eso hicieron! Toda mi vida es una mentira. Estúpida, insignificante… Oh, mierda.

-No creo que tu vida sea insignificante.

-Oh, no, claro. Tenías que decirlo porque cualquier cosa me la creeré como una estúpida. Pero sé que no estás de acuerdo conmigo, y… ¿Verdad?

-No.

-Has estado diciendo que la vida es insignificante, ¿cómo puedes ahora…?

-Cambié de opinión.

-¿Por qué?

-Milagros termodinámicos. Son tan raros que parecen imposibles, como que el oxígeno se convierta espontáneamente en oro. Hace tiempo que quiero ver algo así.

»En cada apareamiento humano, un millón de espermatozoides luchan por un solo óvulo. Multiplica esa probabilidad por las infinitas generaciones, contra las posibilidades de que tus ancestros vivieran, se encontraran y engendraran esta hija… Hasta que tu madre ama a un hombre al que tiene toda la razón de odiar, y de esa unión, de los millones de niños que compiten por la fertilización, eres tú, sólo tú, la que emergió.

» Destilar esa forma tan específica de ese caos de improbabilidades, es como transformar el aire en oro. Una de las mayores improbabilidades. El milagro termodinámico.

-Si mi nacimiento, si eso es un milagro termodinámico… ¡podrías decir eso de cualquier persona del mundo!

-Sí. Cualquier persona del mundo. Pero el mundo está tan lleno de personas que lo convierten en rutina que lo olvidamos… Lo olvidé. Miramos continuamente el mundo y eso nubla nuestras percepciones. Pero visto desde otra perspectiva, como si fuera nuevo, puede aún asombrarnos.

»Ven… Seca tus ojos, porque eres vida, más rara que un quark e impredecible más allá de los sueños de Heisenberg, la arcilla en la que las fuerzas que modelan las cosas dejan sus huellas. Ven. Seca tus ojos, y volvamos a casa.

Alan Moore, Watchmen, capítulo 9

martes, 18 de septiembre de 2012

Libertad

Tu nombre está en la boca de todos como un ensalmo.
Eres el deseo que tienen de ser algo.
Algo más que un organismo, más que un ser determinado,
con poder de hacer de la vida algo nunca preparado.

Enemiga del miedo a decidir y fracasar,
gracias a ti sabemos que saber es triunfar
sobre el error y la mentira, la desidia y la muerte.
Eres tan buena que hasta los cobardes pueden verte.

Contra el cielo recortada tu melena roja.
Tu silueta de ángel flotando como una hoja.
En el viento de levante tu vestido ondea.
Tus alas son el poder que darás a quien en ti crea.

Sabes que muchos te temen, huyen de tu ígnea mirada.
Sean esclavos o reyes prefieren las decisiones dadas.
Otros te invocan sin cesar para cualquier intención,
es el precio de ser dioses ser usados de pendón.

Otro es el ser temido por tu poder destructor,
pero yo te veo tan tierna, ¿cómo puede ser peor
amar a tu hermosa persona que mirar hacia el suelo?
Esperando que todo pase sólo ganará el miedo.

Eres princesa guerrera, primera hija de Odín,
el tesoro que escondes llevará al mundo a su fin.
Dicen que hallaste la muerte por abandonar tu puesto,
pero es el hombre quien muere por tomar lo que no es nuestro.

No dudaré más en quererte, estás en mi vocación.
Llevo una vida guiada por tu temprana visión.
No sé por qué somos en suerte y condición diferentes,
sé que mi gratitud nunca será suficiente.

Predicaré tu belleza, tu personal emoción
a todos quienes vea afligidos por la indecisión.
Soy predicador de escuela, no me verás en el ágora.
Me basta con que cada uno te sienta necesaria como el agua.

El Predicador

domingo, 9 de septiembre de 2012

Fuego I

El maestro adoctrinaba a sus discípulos sentado sobre una gran roca. Los alumnos estaban sentados en el suelo alrededor, llenando el claro del bosque de esterillas, troncos o taburetes traídos desde la aldea. La voz del maestro era clara. Todas las miradas convergían en él mientras examinaba un montoncito de turba en su mano.

-Sabéis qué ocurre con los seres vivos al morir. Todo vuelve a la tierra, y la predispone para el nacimiento de otros seres. Seres que nacen y vuelven a morir. Seres que alimentan a otros seres. La misma sustancia. Yo os pregunto ¿cuál es la forma más simple en que se presenta la sustancia?

Su imagen tenía un aire irreal iluminada por los rayos solares que entraban en fuerte contraste por el centro del claro, donde el ramaje era más ralo. Sin embargo las miradas ya se distribuían por el claro, identificando los distintos seres visibles.

-Las piedras y la tierra son más simples que los árboles y los animales -aventuró un alumno.

-La tierra también contiene objetos diferenciados, no suele ser uniforme -corrigió otro.

-Los seres vivos crecen en complejidad, aunque sean simples -terció el maestro-. Mientras que la tierra y las piedras, materia muerta, no lo hace. Su composición se empobrece hasta volver a formas más simples de sustancia. Pensad en la tierra otra vez. ¿Qué ocurre cuando se seca?

Los estudiantes no tenían a dónde mirar. Aquél era un sitio tirando a húmedo.

-Que pierde la humedad -contestó uno, casi con desgana. Su comentario levantó risitas.
Pero el maestro lo señaló entusiasmado.

-¡Exacto! ¿Cuál es la sustancia que es totalmente húmeda, aquello que humedece a los demás cuerpos?

Muchos dudaron de dar una respuesta demasiado obvia.

-...¿El agua?

-Sí. Veamos si podemos extraer el agua de aquí.

El maestro sacó de su macuto un pequeño fogón de luz, equipado con una bandejita donde depositó la turba. Muchos alumnos se removieron inquietos. Aquellos artefactos "mágicos" no eran bien vistos en muchos hogares de por allí, incluso algunos alcaldes y sacerdotes los habían prohibido. Pero el maestro estaba en posición de desdeñar esas suspicacias fruto, decía, de la ignorancia.

Al calentarse, la turba comenzó a desprender hilos de vapor. El maestro lo señaló:

-Agua. Sabéis que el agua caliente forma nubes, que en algún momento se enfrían y retornan a la forma líquida...

Para cuando terminó de explicar los estados de la materia, la turba se había resecado y oscurecido. Comenzó a oler a chamusquina.

-Sabéis cómo termina todo lo que se quema.

-En ceniza. -Los más atrevidos respondían, casi todos asentían.

-Menos la roca.

-Es que la roca a la que te refieres -explicó el maestro- no se quema. Pero puede resquebrajarse a causa del calor, llegando a algo muy parecido a la ceniza o a la arena. Un sólido totalmente seco y cuya coherencia ha sido destruida: Polvo.

>>Quiero que penséis en la materia hasta nuestra próxima clase. Observad los cuerpos y pensad cómo se hicieron, si son manufacturados, o qué consumen, si están vivos.