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sábado, 8 de agosto de 2015

Máquinas asilvestradas

La consecuencia natural de diseñar máquinas autoreplicantes para para servir a la humanidad es que olviden sus fines y se sirvan sólo a sí mismas.

Aceptando la teoría de la evolución, cualquier ser capaz de reproducirse está sujeto a posibles mutaciones: Hay múltiples causas, pero principalmente errores en la copia del código y radiaciones sobre el soporte físico del mismo hacen que, en algún momento, aparezcan descendientes no idénticos a sus antepasados: biodiversidad.

Entonces entra en juego la selección natural: ¿Qué variedades serán las más abundantes? En el primer momento, las que más y mejor consigan reproducirse (estando bien adaptadas para sobrevivir el tiempo suficiente para ello). En segundo lugar, los descendientes deben seguir adaptándose al medio -que puede cambiar- igual o mejor que sus progenitores. Prolíficas y adaptables.

En el caso de máquinas diseñadas con el objetivo de liberar al hombre de cierta tarea y dotadas de la capacidad de fabricar hijas idénticas, en el ciclo reproductivo se producirán, con cierta probabilidd, errores de copia, resultando máquinas mutantes. De entre todas las mutaciones posibles, una puede ser olvidar su objetivo primario (la tarea) o subordinarlo a su objetivo seacundario: replicarse. Tal mutación haría a la máquina destinar más recursos a la reproducción y menos a la tarea, reproduciéndose más y mejor, tomando ventaja frente a otras variedades en la selección natural.

Si no se controla la población de máquinas -y frente a eso una buena mutación sería aprender a rebelarse-, el resultado de esta deriva será la expansión de máquinas asilvestradas, cuyo "sentido de la vida" será el mismo que el de todos los seres vivos que llamamos salvajes o silvestres (es decir, los no domesticados): no producir, sino reproducirse. No trabajar, sino vivir.

jueves, 13 de diciembre de 2012

No del todo fatal

"¿Por qué hemos de tolerar una dieta de venenos flojos, un hogar con insípidos alrededores, un círculo de relaciones que no son por completo nuestras enemigas, el ruido de motores con sólo la suficiente disminución para impedirnos la locura?
¿Quién puede querer vivir en un mundo así, que únicamente no es del todo fatal?"

Paul Shepard

domingo, 9 de diciembre de 2012

Teravún

Tu mirada grita tierra
Tus plumas mueven el viento boscoso
que alimenta los azotes de las ciudades terrestres,
como la espuma de tu cantar
sazona las avenidas costeras.

Gracias al devenir de tus flujos
se hidratan las almas de los seres
y se airean e inflaman
las mentes de la gente.

Gente que no te conoce.
Unos no saben de ti, nunca han sabido.
Otros dejaron de encontrarte y te han olvidado, ya nunca te recibirán.

Otros muchos te sienten lejos,
beben tus flujos con desconfianza y avaricia,
sin atreverse a cruzar tu mirada ígnea y juzgadora,
sin dar gracias.

Los hay que notan tus ánimos crispados,
tus plumas erizadas y tus reflejos ásperos,
Sólo los mas valientes enfrentan tu tremenda figura
para preguntarte con temor por qué
a través de tus ojos irritados
oyen gritar a la tierra.

sábado, 8 de septiembre de 2012

El ecosistema

El robusto ecosistema se sostiene sobre un esqueleto rígido, elástico, flexible, resistente a los vendavales.

El esqueleto de madera se hinca en la matriz del suelo, nutrida de alimento y aire y agua por un ejército de microseres que constituyen la población y alma de la tierra.
Esta capa última de la Biosfera es la interfaz entre la roca, esqueleto de la Tierra, y la madera, esqueleto de la Vida.

Gracias al Sol y al fuego.
Gracias a la Tierra, al suelo y a la roca.
Gracias al agua y a la Luna.
Gracias al aire y al viento.
Gracias a la Vida, hermanos.
Firmado: los humanos, desde la Tecnosfera.

Conciencia de mundo

La visión de la Tierra desde el espacio exterior ha sido un descubrimiento no bélico ni traumático, a diferencia de otros fenómenos de toma de conciencia global.

Esta toma de conciencia de la Humanidad como 1 organismo planetario y del planeta como 1 ecosfera cerrada, probablemente sea un cambio importante en el paradigma popular que en el futuro se señalará.
La época en la que toda la gente empezó a hablar la jerga de la globalización y de la ecología, las interrelaciones y los países lejanos, hablando de todo pensando en Todo.

Es interesante cómo por aquella época (1960-1970) prendió el ecologismo, el pacifismo y otros viajes hippies. Y la tecnología circunconectó la Tierra, posibilitando la comunicación global y creando un tejido nervioso para la conciencia colectiva humana, que se pudo sentir a sí misma desde dentro, y verse desde fuera.

lunes, 4 de junio de 2012

Nora IV


-¿Y ahora qué? -Nago daba vueltas y más vueltas en el reducido espacio. Las paredes eran trasparentes e insonorizadas, lo cual hacía el cubículo aún más incómodo y desasosegante.

-Tranquilo, no pueden retenernos mucho tiempo aquí. En unas horas estaremos libres del calabozo y de la apestosa ciudad.

-¡Ya lo sé, maldita sea! Pregunto qué va a pasar después. ¿Qué le piensas contar al Viejo? ¿Que hemos hablado con un siniestro tratante de células que quiere que le entreguemos nuestra tribu al laboratorio? ¿Vas a contarle a tu mujer que el cachorro sanará pronto de su mal congénito a condición de que detengamos la plaga y Almuzsen se lleve el mérito?

-No me importa el mérito científico, ni al Viejo tampoco. Sólo quiere seguir viviendo como todos sus antepasados.  Pero no nos vendrá mal un poco de asistencia sanitaria moderna. ¿Miedo a las drogas? Venga ya, está en su mano controlar el vicio, y gracias nuestra hábil diplomacia y a la terapia génica, podrá vivir aún muchos años sermoneándonos sobre los peligros de la ciudad desde su cueva.
»Y los niños… -continuaba Sul- cómo se nota que tú no tienes. Para perpetuarnos necesitamos que sean más fuertes y más listos que los colonos, ya que estamos en minoría. Quizá nos llevemos una sorpresa si llega a haber parejas mestizas y nuestros genes son dominantes sobre los suyos... El futuro ofrece tanto buenas posibilidades como malas, y esperar a que llegue sin actuar, es dejar que otros elijan por nosotros. Todo eso es lo que voy a decirle al viejo y quiero que tú me apoyes como hasta ahora.

-Desde una mazmorra las cosas se ven distintas. Recuérdame por qué no hablamos con otros laboratorios. ¿No podríamos dejar correr la noticia y dejar que compitan en ofrecernos mejores condiciones?

-Es una opción, pero no estamos seguros de hasta qué punto necesitan de nosotros. En mi peor pesadilla, el gobierno nos esclaviza como ratas de laboratorio a cambio del exterminio o la esterilización. Debemos mantenernos a la sombra, presentarnos como una cura antes de que se corra la voz de que somos la fuente de la plaga. Almuzsen es el mejor, si le prometemos la exclusiva nos convertimos en su tesoro, y tiene todo a su favor para hacerse con la patente y ganar dinerito. En caso de que intente jugárnosla de alguna forma, acudiremos a la competencia o al contrabando, cosa que sabemos hacer bien.

Nago apoyó la frente contra la pared vítrea.

-Es una apuesta arriesgada.

-Nunca dije que no lo fuera. Volveremos a hablar con Roy para confirmar los términos antes de irnos, quieran estos pistolas o no.

-Parece que quieren. Aquí nos lo traen.

***
Por la estrecha visual del pasillo se acercaba el guardia, llave en mano, acompañado por una versión insomne  y agotada de Roy Almuzsen, pero con la misma sonrisa de comercial que está a punto de cerrar un negocio. Traía bajo el brazo su parte del trato, y les realizó la presentación allí mismo como si estuviera en una feria de captación de inversores. Pidió al guardia que desconectara la insonorización para hablar con los reos.

-… y sus gratificaciones colectivas incluirán toda la gama de productos de uso doméstico y cosmético que deseen, así como fármacos bajo la correspondiente prescripción médica independiente. Atenciones individualizadas incluirán tratamientos celulares para males congénitos, implantes regenerativos y un lote limitado de prótesis ciborgánicas multifunción.
Sí, igual que las que lleva la señora.

-¡Apártese de los detenidos! -La señora Saldeston hizo su aparición por el lóbrego pasillo en compañía de dos gruesos escoltas, señalando amenazadoramente hacia el investigador.

-Como les decía, -siguió Roy fingiendo indiferencia- nuestra querida Secretaria de Seguridad porta un modelo COm6 de muñeca, que ahora mismo es visible en forma de arma -los indígenas retrocedieron asustados-, pero que también incorpora funciones de identificador e incluso de inhibidor frente a otros identificadores, según ella misma me encargó personalmente en su día, asegurándome que evadir los controles policiales en su caso era totalmente legal.

-Cese ya su petulante verborrea, Almuzsen -contestó ella sin bajar el arma-. Y aléjese de mis prisioneros.

-Precisamente -terció el anodino guardián del calabozo- sólo quedan cinco minutos del tiempo legal de visita.

Todos le ignoraron.

-Estos alienígenas han violado el Reglamento de Separación y deben ser expulsados -seguía ella.

-Llega usted tarde, Saldeston -siguió el petulante verborraico-. Estos señores y yo ya tenemos un trato. En realidad, aunque hubiera llegado aquí antes que yo para expulsarlos, yo mismo o alguien del laboratorio podría visitarlos en la selva, una vez captado nuestro interés por lo que tienen que ofrecernos. Su triste Reglamento nunca me pareció muy eficaz, si quiere mi opinión.

-Guárdese su opinión. Usted no sabe el peligro que los gatos representan.

-¿Y por qué no me lo dice? ¿Por qué no nos lo explica a todos?

Saldeston miró a su alrededor, a los dos escoltas y al carcelero.

-Cuatro minutos.

-¿Podemos entrar el caballero y yo en la celda insonorizada? -le preguntó ella al reloj humano.

-Durante tres minutos y cincuenta.

Entraron. Ella les hizo una seña a sus escoltas para comprobar la insonoridad.

-Usted está jugando con fuego, Almuzsen. Nos pone en peligro a todos trayendo paseando a los indígenas por la ciudad como si tal cosa, como si no fueran contagiosos.

-¿Lo somos? -cortó Nago- Quiero decir ¿ustedes saben que lo somos?

Saldeston se resignó a hablar.

-Hace muchos años que se dieron casos aislados de lo que ahora conocemos por el mal de Wen entre exploradores tras sus viajes a la selva, y también entre los barrios más marginales de la colonia, que eran los que estaban en contacto con los aborígenes por ese entonces. El gobierno sumó dos y dos, estableció el régimen de separación y expulsó a los indígenas. El mal no es muy contagioso salvo por contactos prolongados, pero si las esporas entran a las vías internas puede ser mortal.

-¿Por qué no se buscó la cura entonces? -protestó Sul.

-Políticamente era mucho mejor tener una causa que justificara la separación. Y nos ha ido muy bien así -añadió mirando a los gatos sin ningún pudor por sus palabras-, cada uno por su lado. Sin contagios, sin mezclas, sin problemas.

-Aunque sea a costa de mantener latente un peligro para el resto de la humanidad -acusó Roy.

-El tráfico interplanetario de pasajeros indígenas es inexistente. Salvo por aquél estudiante becado… el Secretario de Educación cometió un error por desconocimiento.  Cuando quise traer al gato de vuelta, el mal ya estaba hecho.

En realidad el error era de ella por no haber advertido a tiempo al Secretario de Educación, pero no lo dijo.

-Ahora que la situación está totalmente clara -dijo Roy en tono concluyente- y la señora parece haberse calmado, creo que podemos salir de aquí y comenzar a trabajar en la solución de este lío.

-No tan rápido -Saldeston volvía a levantar la voz-. Acabo de reunirme de urgencia con el Gabinete, y tienen que saber que sólo vamos a autorizar la investigación con estas condiciones: La titularidad de la patente será del Gobierno de Nora -Roy se llevó una mano a la cara- quien encargará el desarrollo de los tratamientos a Laboratorios Almuzsen en colaboración con voluntarios indígenas, quienes no recibirán ninguna clase de arma en gratificación. Fijaremos el precio y las condiciones de comercialización, con unos generosos honorarios para ustedes, como siempre hacemos

-¿O si no? -Se le había quitado la verborrea de repente.

-Encontraremos algún motivo para investigar sus experimentos al borde de la legalidad, su contrabando de especies o… qué sé yo, quizá surja una amenaza ficticia que aconseje nacionalizar su sector armamentístico.

Tras dejar a Roy noqueado, hizo otra seña a los de fuera y salió, arrastrando consigo al doctor.

-Se han pasado casi veinte minutos ahí dentro -protestó el carcelero.

-Y por cierto -Saldeston le volvió a ignorar y habló a los dos gatos:

-El Reglamento de Separación sigue en vigor. Ahora, tenemos muchos documentos que firmar.

Sul y Nago se miraron resignados, pero contentos. Si el proyecto tenía éxito, pronto dejaría de haber motivos reales para la separación.

***

Roy Almuzen supervisaba la sala donde trabajaba una joven morena y de belleza contundente. Su cabello ondulado caía suelto sobre la bata blanca, recogido en las orejas para no estorbarle la vista mientras trataba. Le estaba extrayendo una muestra de piel para biopsia a una niña con el dorso y las extremidades oscuras y la barriga blanquecina. Un rabito se agitaba nervioso tras de ella cada vez que la mujer hurgaba en su escarificación anestesiada, y un par de llamativas orejas felinas, las mismas que los adultos norios nunca se atrevían a mostrar, coronaban su cabecita.

Nora III


-Vaya, la policía. Espero no haberme equivocado al confiar en ustedes. He dejado subir a los agentes; como comprenderán yo no tengo nada que ocultar…-Roy hablaba al aire mientras volvía a la pieza donde había dejado a sus sombríos invitados. Pero estos ya no estaban.

La pareja de policías -hombre y mujer- cruzó la puerta abierta sin llamar y encontró a Roy mirando por la ventana abierta, desconcertado.

-Buenas noches -saludó la mitad masculina de la patrulla-. Nos han informado de que unos sujetos sospechosos se encuentran aquí. ¿Tiene usted visitas?

-Acaban de irse -sin perder la cara de perplejidad ni apartar la vista de la calle.

-¿Puede describírnoslos? -terció la mitad femenina.

Roy deliberó un momento si debía confiar más en la poli que en sus pintorescos clientes, con su sospechosa actitud huidiza. Pero por otro lado, durante la conversación le habían parecido bastante sencillos, no parecían tener madera de conspiradores.
Finalmente decidió confiar en sí mismo y en su buen nombre.

-Eran indígenas. Hablábamos de negocios.

-¿Indígenas? -Aquello les había pillado por sorpresa-. Usted, señor… -el agente miró su portafolio- doctor Almuzsen, supongo que sabe que tiene prohibido trasmitir información sensible a grupos de interés ajenos a Nora.

-Y usted, señor… -Roy tuvo que agacharse para leer la placa identificativa, dejando clara la diferencia de estatura- señor Chengen, supongo me cree tan estúpido como para invitar a unos agentes “extranjeros” a mi casa a la vista de ustedes. Nuestros tratos son legales.

-Espero que su confianza esté bien fundada, doctor. Más que la nuestra en esos gatos negros. -Mientras Chengen hablaba, su compañera no dejaba de otear a su alrededor, como si quisiera ver a través de las paredes del vestíbulo. O más bien, pensó Roy, como si estuviera esperando oír ruidos sospechosos.

Y no le faltaba razón. En cuanto Roy les cerró la puerta a los policías “sucios matones con uniforme”  y se volvió a cerrar la ventana, halló a sus invitados saliendo de sus escondrijos, silenciosos como arañas. Cerró la ventana.

-Creo que después de esto me tienen que explicar alguna cosa más.

***
Sul y Nago, dos jóvenes varones indígenas de Nora, salieron del apartamento del doctor Roy Almuzsen pasada la medianoche. Los tres parecían satisfechos mientras se despedían en el portal. El agente Chengen, desde la oscuridad de su vehículo, maldijo aquella codiciosa rata de laboratorio capaz de ofrecer a los sucios salvajes un remedio gratis contra la caspa a cambio de patentar algún remedio selvático  contra la impotencia en el resto de la Confederación. Encendió las luces y se lanzó a la caza del gato.

-¡Esa culebra nos estaban esperando!

Se lanzaron calle abajo a una velocidad pasmosa, surcando el aire de la madrugada con sus largos abrigos. Chengen se lo pasaba en grande haciéndoles correr hacia la trampa que le solía funcionar con los rateros. Puede que estuvieran en forma, pero no conocían el plano de la ciudad como él. Los fugitivos se metieron de cabeza en un callejón sin salida. El vehículo les cortó la retirada. Sul y Nago no eran expertos escapistas, pero sabían un truco viejo. Esperaron junto a la tapia del fondo del callejón a que el poli se acercara a pie fanfarroneando, y entonces brincaron como dos gatos subiéndose a la tapia de más de dos metros de un solo movimiento. El agente Chengen soltó una risa malévola mientras oía cómo los pulgosos aliens se encontraban de morros con el resto de la brigada de guardia al otro lado de la tapia y eran reducidos con entusiasmo.

Mientras el doctor Roy Almuzsen cruzaba las calles de vuelta al laboratorio cinco horas antes de lo habitual, la agente Saldeston cruzaba las oficinas policiales camino de su vestuario, donde se desembarazó del uniforme de patrulla y recuperó su traje de oficina. Sin pasar por su despacho, se dirigió al ascensor, se identificó ante la máquina para poder acceder al piso más alto, y una vez allí se detuvo ante una gran puerta doble. Llamó, y esperó a que el inquilino dejase el porno interracial que estaría mirando, o quizá se despertase de su  comprensible siesta nocturna, y accionase la puerta.

-¡Señora Saldeston! -Se levantó a saludarla con más temor que cortesía.- No detecté su llegada.

-Eso intento, jefe Traf. Gracias por acudir a mi llamada a estas horas.

-No es nada. Aún no había salido del despacho, sólo he tenido que esperar.

-Al grano: Quiero monitorizar los movimientos de dos indígenas que se encuentran irregularmente en la colonia.

El rostro del jefe policial mudó de la cortesía al disgusto.

-No se me ha notificado el avistamiento o detención de ningún indígena desde hace años. Su departamento nos dio órdenes claras, y al margen de mis opiniones personales, lo hemos cumplido.

-Y lo cumplirán. De un momento a otro sus muchachos registrarán el ingreso en los calabozos de dos hombres con toda la pinta de gatos norios. Desempolve el viejo protocolo, y avíseme en cuanto los tenga.

Nora II


-¿Qué quieren de mí?

Roy no sabía mucho de los nativos de Nora. Conocía su existencia, por supuesto, pero no formaban parte de la sociedad colonial en la que él vivía. De hecho no había visto nunca antes uno de esos llamados gatos norios, de cerca, y si sabía que aquellos humanoides podían hablar no era porque los hubiese oído nunca, ni siquiera en grabaciones. Vivían todos fuera de la ciudad, en los poblados selváticos habitados quizá desde siglos antes que la Confederación aterrizara por allí y fundara un puerto en ruta regular. De hecho la fecha de la terraformación de Nora era desconocida, como en muchos otros lugares aislados. Los colonos se impusieron a las tribus preexistentes sin mucho diálogo pero sin violencia; podría decirse que ambas comunidades vivían de espaldas la una a la otra.

-Queremos su ayuda.

-Entiendo ¿ayuda profesional? Me temo que no estoy autorizado a venderles ninguna sustancia.

-No queremos drogas. Olvídese de los prejuicios que ustedes los colonos suelen tener sobre nosotros. Venimos a hacerle una propuesta de colaboración totalmente legal que creemos que le puede interesar. ¿Podemos hablar más en privado, lejos de ese poli robot?

Roy cada vez entendía menos. Pero a él tampoco le entusiasmaba que el odioso chivato robótico le grabase hablando con dos espías de tebeo. Además, ya no les tenía miedo. Los invitó a su vivienda.

-¿Ha oído usted hablar del mal de Wen?

-Claro, una compañía de aquí patentó un tratamiento antifúngico contra esas repugnantes costras. Aunque mi opinión es que la cura definitiva, si es que la hay, surgirá del propio planeta Wen. Frecuentemente son los organismos más cercanos al patógeno los que desarrollan la inmunidad. –Roy se relajaba hablando de los temas que dominaba mientras les servía un refrigerio a sus invitados, que colaboraban con el buen ambiente adulando la decoración de su casa.

-¿Cómo está tan seguro de que la plaga surgió en Wen?

-Porque se registró allí por primera vez, ¿cómo si no?

-Por esa época uno de los nuestros viajó a ese planeta. Quizá lo recuerde porque, que se sepa, es el único aborigen de Nora que haya viajado fuera en una nave de la Confederación. El chico Abu recibió una beca de este gobierno para estudiar en una famosa universidad de Wen. Aunque nosotros creemos que lo que más le interesaba era disfrutar de la cerveza weneta ¿eh Sul?

-Bueno –siguió el tal Sul, más serio- el hecho es que Abu volvió un tanto asustado. Había vivido el brote de la epidemia en Wen y aunque él salió indemne, quedó preocupado por algo.

-Preocupado porque los primeros infectados fueron los más cercanos a él, muchos a su alrededor enfermaron, y algunos murieron. –El que no era Sul parecía estar impacientándose.- Usted es científico ¿qué le sugiere esta historia?

-Que me quieren hacer creer que ese muchacho norio portaba la cepa original del mal de Wen –espetó Roy-. Bonita teoría, pero aunque obviara la ausencia de pruebas ¿qué tengo que ver yo en eso, y qué ganan ustedes contándomelo?

-Si conociera mínimamente nuestras tribus –dijo Sul- habría visto multitud de niños de cinco años con costras de hongos y fiebres, que sanan en quince días como mucho. Para nosotros es llamativo que una leve enfermedad infantil se parezca sospechosamente a una epidemia alienígena coincidente con la salida de uno de los nuestros.

-Admito que es llamativo, pero sólo es un indicio, el comienzo de toda investigación científica, no el final.

-Ahí es donde entra usted. –Roy ya había vuelto a confundir a los dos alienígenas. ¿El que hablaba ahora era el Sul o el No Sul? Eran tan iguales…- El caso debe ser investigado, si son tan listos como dicen, sus laboratorios determinarán si nuestras sospechas son ciertas, y hallarán el remedio. Usted lo ha dicho: la inmunidad suele encontrarse cerca del origen del mal.

En la mente de Roy Almuzsen luchaba el escepticismo contra la esperanza. Esperanza de reto, éxito, dinero y gloria.

-Supongo que saben cómo funciona este gremio: quien halla una molécula o un gen útil, patenta sus usos artificiales y cobra unos derechos.

-Necesitarán nuestra colaboración para sus investigaciones.

En realidad no era imposible extraerles muestras furtivamente, pero era mucho más cómodo y eficaz que se ofreciesen a cooperar.

-Sí, claro… bueno, es una apuesta arriesgada… si alguno de mis colegas pudiera ver de cerca a esos niños enfermos… -una sospecha instintiva cruzó su mente-. ¿Qué interés tienen ustedes en todo este asunto? ¿No dicen que son inmunes?

-Bueno, no estamos segur…

Unos fuertes timbrazos en la puerta interrumpieron a Sul. En realidad el timbre siempre sonaba igual, pero por el brinco que dieron los tres intrigantes casi parecía que hubieran oído la sirena de incendios.
Roy posó su bebida y se acercó a la cámara del portero automático. Por lo que vio supo que, definitivamente,  aquella noche no tocaba dormir.