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viernes, 7 de junio de 2013

Latinoamérica




Soy,
soy lo que dejaron,
soy todas las sobras de lo que te robaron.
Un pueblo escondido en la cima,
mi piel es de cuero por eso aguanta cualquier clima.
Soy una fábrica de humo,
mano de obra campesina para tu consumo.
Frente de frío en el medio del verano ,
el amor en los tiempos de cólera, mi hermano.
El Sol que nace y el día que muere,
con los mejores atardeceres.
Soy el desarrollo en carne viva,
un discurso político sin saliva.
Las caras más bonitas que he conocido,
soy la fotografía de un desaparecido.
La sangre dentro de tus venas,
soy un pedazo de tierra que vale la pena.
Una canasta con frijoles,
soy Maradona contra Inglaterra anotándote dos goles.
Soy lo que sostiene mi bandera,
la espina dorsal del planeta es mi cordillera.
Soy lo que me enseñó mi padre,
el que no quiere a su patria no quiere a su madre.
Soy América Latina:
un pueblo sin piernas pero que camina.

Tú no puedes comprar el viento
Tú no puedes comprara el Sol
Tú no puedes comprar la lluvia
Tú no puedes comprar el calor

Tú no puedes compara las nubes
Tú no puedes comprar los colores
Tú no puedes comprar mi alegría
Tú no puedes comprar mis dolores

Tengo los lagos, tengo los ríos,
tengo mis dientes pa’ cuando me sonrío,
la nieve que maquilla mis montañas,
tengo el sol que me seca y la lluvia que me baña.
Un desierto embriagado con peyote,
un trago de pulque para cantar con los coyotes.
Todo lo que necesito.
Tengo a mis pulmones respirando azul clarito.
La altura, que sofoca,
soy las muelas de mi boca mascando coca.
El otoño con sus hojas desmayadas,
los versos escritos bajo la noche estrellada.
Una viña repleta de uva,
un cañaveral bajo el sol en Cuba.
Soy el mar Caribe que vigila las casitas
haciendo rituales de agua bendita.
El viento que peina mi cabello,
soy todos los santos que cuelgan de mi cuello.
El jugo de mi lucha no es artificial
porque el abono de mi tierra es natural.

Tú no puedes comprar el viento.
Tú no puedes comprara el sol.
Tú no puedes comprar la lluvia.
Tú no puedes comprar el calor.

Tú no puedes compara las nubes.
Tú no puedes comprar los colores.
Tú no puedes comprar mi alegría.
Tú no puedes comprar mis dolores.

Não se pode comprar o vento.
Não se pode comprar o sol.
Não se pode comprar a chuva.
Não se pode comprar o calor.

Não se pode comprar as nuvens.
Não se pode comprar as cores.
Não se pode comprar mia alegria.
Não se pode comprar minhas dores.

No puedes comprar el sol.
No puedes comprar la lluvia.
Vamos caminando,
vamos caminando.
Vamos dibujando el camino.
Vamos caminando.
No puedes comprar mi vida.
Mi tierra no se vende.

Trabajo bruto, pero con orgullo.
Aquí se comparte, lo mío es tuyo.
Este pueblo no se ahoga con marullos,
y si se derrumba, yo lo reconstruyo.
Tampoco pestañeo cuando te miro,
para que te recuerdes de mi apellido.
La Operación Cóndor invadiendo mi nido,
¡perdono pero nunca olvido! ¡Oye!

Vamos caminando,
aquí se respira lucha.
Vamos caminando,
yo canto porque se escucha.
Vamos dibujando el camino.
Vamos caminando.
Aquí estamos de pie.
¡Que viva la América!
No puedes comprar mi vida.

Calle 13

domingo, 19 de mayo de 2013

La escalera

Estoy subiendo por la escalera de los vientos,
escalando por la hélice escarpada y volátil hecha de anhelos de personas,
gente a quien no conozco que debió de pensar o desear algo alguna vez.
A mi alrededor caen objetos fugaces, como arrojados desde la cumbre imaginaria de esta torre interminable.
Arriba, en la distancia, y muy abajo, otra gente sube por la misma escalera.
Todos suben, no he visto a nadie bajar.

martes, 18 de septiembre de 2012

Libertad

Tu nombre está en la boca de todos como un ensalmo.
Eres el deseo que tienen de ser algo.
Algo más que un organismo, más que un ser determinado,
con poder de hacer de la vida algo nunca preparado.

Enemiga del miedo a decidir y fracasar,
gracias a ti sabemos que saber es triunfar
sobre el error y la mentira, la desidia y la muerte.
Eres tan buena que hasta los cobardes pueden verte.

Contra el cielo recortada tu melena roja.
Tu silueta de ángel flotando como una hoja.
En el viento de levante tu vestido ondea.
Tus alas son el poder que darás a quien en ti crea.

Sabes que muchos te temen, huyen de tu ígnea mirada.
Sean esclavos o reyes prefieren las decisiones dadas.
Otros te invocan sin cesar para cualquier intención,
es el precio de ser dioses ser usados de pendón.

Otro es el ser temido por tu poder destructor,
pero yo te veo tan tierna, ¿cómo puede ser peor
amar a tu hermosa persona que mirar hacia el suelo?
Esperando que todo pase sólo ganará el miedo.

Eres princesa guerrera, primera hija de Odín,
el tesoro que escondes llevará al mundo a su fin.
Dicen que hallaste la muerte por abandonar tu puesto,
pero es el hombre quien muere por tomar lo que no es nuestro.

No dudaré más en quererte, estás en mi vocación.
Llevo una vida guiada por tu temprana visión.
No sé por qué somos en suerte y condición diferentes,
sé que mi gratitud nunca será suficiente.

Predicaré tu belleza, tu personal emoción
a todos quienes vea afligidos por la indecisión.
Soy predicador de escuela, no me verás en el ágora.
Me basta con que cada uno te sienta necesaria como el agua.

El Predicador

lunes, 10 de septiembre de 2012

Sabiduría

El maestro leía en voz alta un texto antiquísimo, tomado de una recopilación de textos míticos y alegóricos de las primeras edades.

Sólo hay una persona que lleve la cuenta de los años. Esa persona no está disponible al teléfono, ni sale en los medios. Vive entre los tres planos: la luz, el tiempo y la vida.
Pero puedes encontrarla, búscala lo más lejos del ruido, donde la luz se confunde con el brillo de la música y los colores son palabras sin idioma.
Irás oyendo su voz cada vez más cerca; su canción de verdad, aunque no la entiendas, síguela. Verás su cuerpo resplandecer desde lejos, mientras el suelo se va elevando hasta formar una columna hacia el cielo, pilar de la honestidad.
Si abandonas tu impedimenta podrás trepar por el pilar hasta sus pies, que dividen los mares. Su vestido celeste y oro flota en los vientos alegres que mueve su propio aliento vital.
Bajo el canto ensordecedor oirás su corazón palpitar dirigiendo los segundos, y tras la luz de su rostro verás la corona espinada de las estrellas.
Si alguien alcanza a asomarse a la negrura de sus ojos, ya no saldrá del pozo sin fondo de su infinita existencia, el hiperespacio donde todo ha pasado y todavía no es tarde para empezarlo todo.
Si hay alguien que lo sabe todo, es única y es Ella.
Si alguien pudiera estar con ella y volver para contarlo, quedaría demostrado que podemos saberlo todo. Pero como no podemos, los homo socraticus seguimos sin saber nada.


Conservaba en su biblioteca aquella antología de escritos de las primeras edades por pura afición personal, pero también le veía cierto valor instructivo. Agregó una nota al texto:

"El problema fundamental de la moralidad es que podemos hacer más de lo que sabemos."


sábado, 8 de septiembre de 2012

Ciudad

Ciudad de gente fría y suspicaz, como sus ventiscas que cortan cualquier amago caluroso bajo el sol picante de invierno.

Ciudad llamada Talmápolis: La ciudad donde no entran los desalmados. Es aún más triste pensar que sus habitantes tienen alma.

Desde el otoño el viento no se ha ido.
Cada día patrulla las avenidas limpiando los malos humos de sus habitantes, enfadados crónicos por el clima y la mala urbanización.
Qué fácil ser más alegre en los bulevares burgueses, ¿o no?
El brillo de la estación flota en partículas en la brisa y penetra a presión por mis sentidos apretados, ocluidos.
Dentro hace daño, la luz, la mirada y la no mirada, el ruido y la voz.
Cada estímulo es una gotera sobre mi glándula lastimosa: una cruz en árbol que crece conmigo bajo mi esternón.
Sus raíces abrazan y aprietan mi corazón, mis costillas. Mi estómago.
Sobre su tronco, que es mi antipiel, nacen letras llagadas, mensajes cifrados de la conciencia colectiva que todos oyen sin entender, y yo quiero entender y no oigo.
Las letras cambian mientras la glándula lastimosa sigue creciendo. Mantengo firmes las costillas, para que no me encoja.

El ecosistema

El robusto ecosistema se sostiene sobre un esqueleto rígido, elástico, flexible, resistente a los vendavales.

El esqueleto de madera se hinca en la matriz del suelo, nutrida de alimento y aire y agua por un ejército de microseres que constituyen la población y alma de la tierra.
Esta capa última de la Biosfera es la interfaz entre la roca, esqueleto de la Tierra, y la madera, esqueleto de la Vida.

Gracias al Sol y al fuego.
Gracias a la Tierra, al suelo y a la roca.
Gracias al agua y a la Luna.
Gracias al aire y al viento.
Gracias a la Vida, hermanos.
Firmado: los humanos, desde la Tecnosfera.

El aula cavernosa

El verdegrís de las ramas de pino frotaba los polvorientos cristales, huyendo de la perturbación urbanística que está trasformando la plaza, de negro asfalto y rojo salchichón del terrazo en ocre de la tierra arcillosa y ceniza del hormigón.

Las enramadas agujas no pueden penetrar el cristal, porque el arbusto del color del laurel y tronco de madroño protege con su ramaje las hendiduras que las ventanas abren en la fachada, como las aberturas de unas compuertas rotatorias de eje vertical que liberan la luz, el ruido y el viento sobre el aula cavernosa.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Canción de la tierra

Desde la torre de Babilonia        he oído la canción sagrada,
por encima de todas las lenguas        que el viento trae hasta mi terraza.
Desde la atalaya eché a volar,        y no me seguía tu mirada.
Sobrevolé el mundanal bullicio        de voces agudas y contumaces.
Tu voz había dejado de oírse:        la llevo conmigo callada.
Cuando cruzé el regato negro        pensé que volaba solo,
pero llevaba conmigo el miedo,        la risa queda y tu voz guardada.
Desde lo picos nevados he visto        el bosque cubrir el valle cálido.
Era una ciudad de árboles,         poblada, extensa, densa y suave.
El mecer de las hojas bajo el viento    era el hojear de mil libros,
y en ellos prendió tu voz        y resonó sordamente por las laderas.
En aquel bosque me limpié del miedo    y ya ligero volé hacia los puertos.
Pero en el puerto perdí la risa queda    entre las peñas y los ásperos matos.
Pero el viento era limpio,        y dejé que me lavase la mente
de los recuerdos de Babilonia,        sus lenguas y su vida chillona.

Desde el cuerno de los quebrantahuesos    he visto un bosque frío de agujas perpetuas.
Era áspero, callado, y tan cerrado     que tu voz no pudo entrar donde quería.
Allí creí oír el eco de otra lengua,    y venía de los ojos del monte.
Me posé en la boca de la cueva        y miré a la montaña a los ojos.
La Tierra me escuchó, pero no me conocía. Entonces habló tu voz.
De la cueva salió un torrente        que me impulsó hacia las nubes.
Del destello de la roca fresca        había renacido la canción.
Torrencial canto de vida y esperanza,    hablaba de los bosques y los pinos.
Cantaba de mi miedo y de los puertos,    de mi espíritu y los valles.
Me habló del babel de las palabras,    y recordé el inicio de mi viaje.
Desde la torre había de escuchar    y desde la atalaya predicar
la canción sagrada contra los arroyos negros, por los bosques verdes y en los fríos puertos.
Plantaré los árboles en Babilonia,     para que las gentes sepan
que la montaña los conoce,         y que en su eterna canción ya suenan
las voces humanas, y en sus babélicas lenguas, cantan a la Tierra.