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sábado, 8 de agosto de 2015

Máquinas asilvestradas

La consecuencia natural de diseñar máquinas autoreplicantes para para servir a la humanidad es que olviden sus fines y se sirvan sólo a sí mismas.

Aceptando la teoría de la evolución, cualquier ser capaz de reproducirse está sujeto a posibles mutaciones: Hay múltiples causas, pero principalmente errores en la copia del código y radiaciones sobre el soporte físico del mismo hacen que, en algún momento, aparezcan descendientes no idénticos a sus antepasados: biodiversidad.

Entonces entra en juego la selección natural: ¿Qué variedades serán las más abundantes? En el primer momento, las que más y mejor consigan reproducirse (estando bien adaptadas para sobrevivir el tiempo suficiente para ello). En segundo lugar, los descendientes deben seguir adaptándose al medio -que puede cambiar- igual o mejor que sus progenitores. Prolíficas y adaptables.

En el caso de máquinas diseñadas con el objetivo de liberar al hombre de cierta tarea y dotadas de la capacidad de fabricar hijas idénticas, en el ciclo reproductivo se producirán, con cierta probabilidd, errores de copia, resultando máquinas mutantes. De entre todas las mutaciones posibles, una puede ser olvidar su objetivo primario (la tarea) o subordinarlo a su objetivo seacundario: replicarse. Tal mutación haría a la máquina destinar más recursos a la reproducción y menos a la tarea, reproduciéndose más y mejor, tomando ventaja frente a otras variedades en la selección natural.

Si no se controla la población de máquinas -y frente a eso una buena mutación sería aprender a rebelarse-, el resultado de esta deriva será la expansión de máquinas asilvestradas, cuyo "sentido de la vida" será el mismo que el de todos los seres vivos que llamamos salvajes o silvestres (es decir, los no domesticados): no producir, sino reproducirse. No trabajar, sino vivir.

viernes, 19 de abril de 2013

El hombre de hielo



El hombre de fuego se convirtió al envejecer en un hombre de hielo.

El gélido tirano no sólo había cambiado de nombre, también de conducta, incluso costaba reconocerlo físicamente. Pero conservaba ese gran poder que lo había hecho famoso como sembrador de mundos y destructor de ciudades.

El poder puede desaparecer sin extinguirse, dejar de manifestarse, o cambiar de uso. El poder trasformador que este hombre había desarrollado en su juventud hasta el punto de extender el miedo animal entre sus enemigos y la devoción mística entre sus seguidores se había ido invirtiendo en preservar lo creado, mantener su obra, conservar la luz de su antorcha. Hasta el punto de que su llamarada se congeló, y lo que había sido un torrente de lava quedó detenido en coladas de roca fría.

Nunca dudó seriamente de sí mismo. A pesar de que ocupaba el lugar de los señores de hielo a quienes conquistó, siempre tuvo el convencimiento de que su estallido había sido una liberación para su universo y que con ella había creado un paisaje mayor y mejor que el precedente. Y aunque no fuera así, aún tenía otra razón más íntima y definitiva para legitimarse, pues creía en el derecho de las estrellas como él en expandir su energía, crear sus mundos y reinar sobre ellos hasta la morir de frío… o devorado por otra estrella.

sábado, 8 de septiembre de 2012

El ecosistema

El robusto ecosistema se sostiene sobre un esqueleto rígido, elástico, flexible, resistente a los vendavales.

El esqueleto de madera se hinca en la matriz del suelo, nutrida de alimento y aire y agua por un ejército de microseres que constituyen la población y alma de la tierra.
Esta capa última de la Biosfera es la interfaz entre la roca, esqueleto de la Tierra, y la madera, esqueleto de la Vida.

Gracias al Sol y al fuego.
Gracias a la Tierra, al suelo y a la roca.
Gracias al agua y a la Luna.
Gracias al aire y al viento.
Gracias a la Vida, hermanos.
Firmado: los humanos, desde la Tecnosfera.

Conciencia de mundo

La visión de la Tierra desde el espacio exterior ha sido un descubrimiento no bélico ni traumático, a diferencia de otros fenómenos de toma de conciencia global.

Esta toma de conciencia de la Humanidad como 1 organismo planetario y del planeta como 1 ecosfera cerrada, probablemente sea un cambio importante en el paradigma popular que en el futuro se señalará.
La época en la que toda la gente empezó a hablar la jerga de la globalización y de la ecología, las interrelaciones y los países lejanos, hablando de todo pensando en Todo.

Es interesante cómo por aquella época (1960-1970) prendió el ecologismo, el pacifismo y otros viajes hippies. Y la tecnología circunconectó la Tierra, posibilitando la comunicación global y creando un tejido nervioso para la conciencia colectiva humana, que se pudo sentir a sí misma desde dentro, y verse desde fuera.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Canción de la tierra

Desde la torre de Babilonia        he oído la canción sagrada,
por encima de todas las lenguas        que el viento trae hasta mi terraza.
Desde la atalaya eché a volar,        y no me seguía tu mirada.
Sobrevolé el mundanal bullicio        de voces agudas y contumaces.
Tu voz había dejado de oírse:        la llevo conmigo callada.
Cuando cruzé el regato negro        pensé que volaba solo,
pero llevaba conmigo el miedo,        la risa queda y tu voz guardada.
Desde lo picos nevados he visto        el bosque cubrir el valle cálido.
Era una ciudad de árboles,         poblada, extensa, densa y suave.
El mecer de las hojas bajo el viento    era el hojear de mil libros,
y en ellos prendió tu voz        y resonó sordamente por las laderas.
En aquel bosque me limpié del miedo    y ya ligero volé hacia los puertos.
Pero en el puerto perdí la risa queda    entre las peñas y los ásperos matos.
Pero el viento era limpio,        y dejé que me lavase la mente
de los recuerdos de Babilonia,        sus lenguas y su vida chillona.

Desde el cuerno de los quebrantahuesos    he visto un bosque frío de agujas perpetuas.
Era áspero, callado, y tan cerrado     que tu voz no pudo entrar donde quería.
Allí creí oír el eco de otra lengua,    y venía de los ojos del monte.
Me posé en la boca de la cueva        y miré a la montaña a los ojos.
La Tierra me escuchó, pero no me conocía. Entonces habló tu voz.
De la cueva salió un torrente        que me impulsó hacia las nubes.
Del destello de la roca fresca        había renacido la canción.
Torrencial canto de vida y esperanza,    hablaba de los bosques y los pinos.
Cantaba de mi miedo y de los puertos,    de mi espíritu y los valles.
Me habló del babel de las palabras,    y recordé el inicio de mi viaje.
Desde la torre había de escuchar    y desde la atalaya predicar
la canción sagrada contra los arroyos negros, por los bosques verdes y en los fríos puertos.
Plantaré los árboles en Babilonia,     para que las gentes sepan
que la montaña los conoce,         y que en su eterna canción ya suenan
las voces humanas, y en sus babélicas lenguas, cantan a la Tierra.