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domingo, 5 de julio de 2015

El mayor miedo

Tengo miedo al desarragio, a la metamorfosis, a la desestructuración.
Angustia gástrica, vértigo de que el equilibrio cambie dramáticamente.

Me ha costado mucho entender ese miedo, el mayor miedo.
Pero lo he visto al pensar que si todo dependiera de mí, si fuera dueño de mi vida y las acciones de los demás no me afectaran tanto, ese miedo al desequilibrio no estaría.
Pienso que soy libre y desaparece, recuerdo que no lo soy y regresa.

Ahora entiendo mejor a quienes tienen miedo a los cambios. Se sienten inseguros y dependientes.

Tengo que irme.

viernes, 31 de mayo de 2013

Los amigos que perdí

Salí en busca del tiempo perdido
siguiendo el rastro de un amanecer.
Y me encontré con gente sin medida,
de los que nadie quiere conocer.

Un viejo me dio clases de estricnina,
un escritor me habló del mal de honor,
un juez me absolvió de mi rutina
y una flor me extirpó el dolor.

Si quieres verme, vas a tener que explorar
esos desiertos que no puedo abandonar.
Abrí una puerta que se cerró tras de mí
y no me duelen los amigos que perdí.

Me especialicé en noches suicidas
justo el día en que la conocí.
Y confundí molinos con gigantes
después de una semana sin dormir.

Si quieres verme, vas a tener que explorar
esos desiertos que no puedo abandonar.
Abrí una puerta que se cerró tras de mí
y no me duelen los amigos que perdí.

El miedo es un cuchillo afilado,
la venganza una flecha clavada.
No hay nada más inútil que el odio.
No hay nada más doloroso que el rencor.

Trato de salir de mi mente.
Me esfuerzo por desaprender.
Recorro el camino inverso.
Busco el origen, busco algo ahí fuera...

Si quieres verme, vas a tener que venir
a esos lugares que no puedo describir.
Abrí una puerta que se cerró tras de mí
y no me duelen los amigos que perdí.

Si quieres verme, vas a tener que asumir
que hay ciertas cosas que me alejarán de ti.
Abrí una puerta que se cerró cuando hui
y ya he olvidado a los amigos que perdí.

DORIAN

viernes, 19 de abril de 2013

El hombre de hielo



El hombre de fuego se convirtió al envejecer en un hombre de hielo.

El gélido tirano no sólo había cambiado de nombre, también de conducta, incluso costaba reconocerlo físicamente. Pero conservaba ese gran poder que lo había hecho famoso como sembrador de mundos y destructor de ciudades.

El poder puede desaparecer sin extinguirse, dejar de manifestarse, o cambiar de uso. El poder trasformador que este hombre había desarrollado en su juventud hasta el punto de extender el miedo animal entre sus enemigos y la devoción mística entre sus seguidores se había ido invirtiendo en preservar lo creado, mantener su obra, conservar la luz de su antorcha. Hasta el punto de que su llamarada se congeló, y lo que había sido un torrente de lava quedó detenido en coladas de roca fría.

Nunca dudó seriamente de sí mismo. A pesar de que ocupaba el lugar de los señores de hielo a quienes conquistó, siempre tuvo el convencimiento de que su estallido había sido una liberación para su universo y que con ella había creado un paisaje mayor y mejor que el precedente. Y aunque no fuera así, aún tenía otra razón más íntima y definitiva para legitimarse, pues creía en el derecho de las estrellas como él en expandir su energía, crear sus mundos y reinar sobre ellos hasta la morir de frío… o devorado por otra estrella.

lunes, 25 de marzo de 2013

Pecados

Si la ira y el odio son pecados, ¿el miedo y el sufrimiento habrían de serlo también?

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Hexálogo sobre la felicidad

La felicidad no está en vivir bien, sino en saber vivir.

Levantarse cada mañana con la intención de ser feliz es poner tus condiciones para los sucesos de día.

Sólo podrá ser feliz siempre, quien sea feliz con todo.

El miedo es el primer obstáculo de los animales hacia la felicidad.

La influencia de la riqueza en la felicidad es aritmética y pequeña, mientras que la libertad política afecta en progresión geométrica a la felicidad.

No dejéis que los que lleguen a vosotros se vayan sin ser más felices.

martes, 18 de septiembre de 2012

Libertad

Tu nombre está en la boca de todos como un ensalmo.
Eres el deseo que tienen de ser algo.
Algo más que un organismo, más que un ser determinado,
con poder de hacer de la vida algo nunca preparado.

Enemiga del miedo a decidir y fracasar,
gracias a ti sabemos que saber es triunfar
sobre el error y la mentira, la desidia y la muerte.
Eres tan buena que hasta los cobardes pueden verte.

Contra el cielo recortada tu melena roja.
Tu silueta de ángel flotando como una hoja.
En el viento de levante tu vestido ondea.
Tus alas son el poder que darás a quien en ti crea.

Sabes que muchos te temen, huyen de tu ígnea mirada.
Sean esclavos o reyes prefieren las decisiones dadas.
Otros te invocan sin cesar para cualquier intención,
es el precio de ser dioses ser usados de pendón.

Otro es el ser temido por tu poder destructor,
pero yo te veo tan tierna, ¿cómo puede ser peor
amar a tu hermosa persona que mirar hacia el suelo?
Esperando que todo pase sólo ganará el miedo.

Eres princesa guerrera, primera hija de Odín,
el tesoro que escondes llevará al mundo a su fin.
Dicen que hallaste la muerte por abandonar tu puesto,
pero es el hombre quien muere por tomar lo que no es nuestro.

No dudaré más en quererte, estás en mi vocación.
Llevo una vida guiada por tu temprana visión.
No sé por qué somos en suerte y condición diferentes,
sé que mi gratitud nunca será suficiente.

Predicaré tu belleza, tu personal emoción
a todos quienes vea afligidos por la indecisión.
Soy predicador de escuela, no me verás en el ágora.
Me basta con que cada uno te sienta necesaria como el agua.

El Predicador

jueves, 6 de septiembre de 2012

Canción de la tierra

Desde la torre de Babilonia        he oído la canción sagrada,
por encima de todas las lenguas        que el viento trae hasta mi terraza.
Desde la atalaya eché a volar,        y no me seguía tu mirada.
Sobrevolé el mundanal bullicio        de voces agudas y contumaces.
Tu voz había dejado de oírse:        la llevo conmigo callada.
Cuando cruzé el regato negro        pensé que volaba solo,
pero llevaba conmigo el miedo,        la risa queda y tu voz guardada.
Desde lo picos nevados he visto        el bosque cubrir el valle cálido.
Era una ciudad de árboles,         poblada, extensa, densa y suave.
El mecer de las hojas bajo el viento    era el hojear de mil libros,
y en ellos prendió tu voz        y resonó sordamente por las laderas.
En aquel bosque me limpié del miedo    y ya ligero volé hacia los puertos.
Pero en el puerto perdí la risa queda    entre las peñas y los ásperos matos.
Pero el viento era limpio,        y dejé que me lavase la mente
de los recuerdos de Babilonia,        sus lenguas y su vida chillona.

Desde el cuerno de los quebrantahuesos    he visto un bosque frío de agujas perpetuas.
Era áspero, callado, y tan cerrado     que tu voz no pudo entrar donde quería.
Allí creí oír el eco de otra lengua,    y venía de los ojos del monte.
Me posé en la boca de la cueva        y miré a la montaña a los ojos.
La Tierra me escuchó, pero no me conocía. Entonces habló tu voz.
De la cueva salió un torrente        que me impulsó hacia las nubes.
Del destello de la roca fresca        había renacido la canción.
Torrencial canto de vida y esperanza,    hablaba de los bosques y los pinos.
Cantaba de mi miedo y de los puertos,    de mi espíritu y los valles.
Me habló del babel de las palabras,    y recordé el inicio de mi viaje.
Desde la torre había de escuchar    y desde la atalaya predicar
la canción sagrada contra los arroyos negros, por los bosques verdes y en los fríos puertos.
Plantaré los árboles en Babilonia,     para que las gentes sepan
que la montaña los conoce,         y que en su eterna canción ya suenan
las voces humanas, y en sus babélicas lenguas, cantan a la Tierra.