-¿Laurie?
¿Estás bien?
-¡Claro
que no! Blake, ese bastardo, y mi madre, me… me engañaron, ¡eso hicieron! Toda
mi vida es una mentira. Estúpida, insignificante… Oh, mierda.
-No
creo que tu vida sea insignificante.
-Oh,
no, claro. Tenías que decirlo porque cualquier cosa me la creeré como una
estúpida. Pero sé que no estás de acuerdo conmigo, y… ¿Verdad?
-No.
-Has
estado diciendo que la vida es insignificante, ¿cómo puedes ahora…?
-Cambié
de opinión.
-¿Por
qué?
-Milagros
termodinámicos. Son tan raros que parecen imposibles, como que el oxígeno se
convierta espontáneamente en oro. Hace tiempo que quiero ver algo así.
»En cada
apareamiento humano, un millón de espermatozoides luchan por un solo óvulo.
Multiplica esa probabilidad por las infinitas generaciones, contra las
posibilidades de que tus ancestros vivieran, se encontraran y engendraran esta
hija… Hasta que tu madre ama a un hombre al que tiene toda la razón de odiar, y
de esa unión, de los millones de niños que compiten por la fertilización, eres
tú, sólo tú, la que emergió.
» Destilar esa forma tan
específica de ese caos de improbabilidades, es como transformar el aire en oro.
Una de las mayores improbabilidades. El milagro termodinámico.
-Si mi
nacimiento, si eso es un milagro termodinámico… ¡podrías decir eso de cualquier
persona del mundo!
-Sí.
Cualquier persona del mundo. Pero el mundo está tan lleno de personas que lo
convierten en rutina que lo olvidamos… Lo olvidé. Miramos continuamente el
mundo y eso nubla nuestras percepciones. Pero visto desde otra perspectiva,
como si fuera nuevo, puede aún asombrarnos.
»Ven… Seca tus ojos, porque eres
vida, más rara que un quark e impredecible más allá de los sueños de
Heisenberg, la arcilla en la que las fuerzas que modelan las cosas dejan sus
huellas. Ven. Seca tus ojos, y volvamos a casa.
Alan Moore, Watchmen, capítulo 9
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