domingo, 14 de octubre de 2012

El río al revés I

Hoy me han contado acerca de la novela Tomek. El río al revés.

La idea fantástica de un río cuyas aguas fluyen del mar a la montaña, distribuyendo las aguas en lugar de drenarlas, es un sugerente símbolo de pensamiento divergente e imaginación. Pero para los que nos hemos especializado en mirar la Tierra desde el cielo (y el cielo desde la Tierra y la tierra desde la Tierra y el cielo desde el cielo) el quitarnos el sistema de referencia es como si nos quitáramos las gafas: causa confusión y hasta mareo.

Así que las parte de mi mente que sostienen con fuerza el método cartesiano y el estímulo industrioso lanzan inmediatamente sus preguntas: ¿Cómo sería posible? y ¿Cómo reproducirlo?

En nuestro planeta existen varias fenómenos naturales capaces de alterar el sentido del flujo de un río:
La más común es la marea. Con cada periodo lunar (combinado con el solar) el mar cubre las playas, rellena las bahías y hasta trepa por el curso bajo de los ríos, donde la pendiente es muy suave.

Es habitual que el curso bajo se vea empujado por la marea ascendente.


La marea meteorológica (aumento del nivel del mar por las bajas presiones y los vientos que acompañan una borrasca) también puede empujar el agua hacia atrás en su cauce, habiendo casos tan llamativos como el del último huracán Isaac en el Misisipi.

En estos fenómenos el campo gravitatorio hace su trabajo: empuja al agua desde sus puntos altos a los bajos, y si el mar se eleva temporalmente por encima de la superficie de cierto tramo río, el agua fluirá por su propio peso hacia su punto más bajo que ya no está en el mar sino tierra adentro. En ocasiones puede ser la inercia por el empuje del viento huracanado lo que empuje el agua hacia arriba aun en contra de la gravedad.

No se me ocurre otra causa para invertir el curso de un tramo de río que no sea alterar artificialmente su cuenca y/o su cauce mediante obra civil.

La descripción novelesca del río al revés desafía cualquiera de estas consideraciones. El agua supera su curso bajo, asciende por las laderas, trepa por una montaña cuya cima se pierde en las nubes, y acaba "naciendo" en una laguna.
 

¿El agua sube o baja?
Soltando las ligaduras mentales que nos unen a las constantes de nuestro mundo, podríamos pensar en una inversión o suspensión del campo gravitatorio. Error. Si la gravedad no actuara -pongamos- sobre la región en la que se asienta la cuenca, el agua flotaría, no fluiría. Pero es que la tierra también flotaría. No es el caso.

Habría que pensar entonces en un campo atractivo que actuara sobre la masa del agua y no de otras sustancias como la tierra. Lo cual además favorecería que el agua del río fuera dulce, ya que las sales, no atraídas, se quedan en el mar. Pero ese campo de fuerza hipotético no podría actuar en la misma dirección y sentido opuesto a la gravedad, porque en ese caso el agua tampoco fluiría pendiente arriba, sino que llovería hacia arriba, hacia el cielo.

Es decir, el río al revés no está atraído hacia arriba, está atraído hacia atrás. Para que un fluido se deslice por una pendiente sólida trepando en vez de caer, es necesario un campo atractivo orientado en dirección horizontal, perpendicular a la gravedad. Ésta es una condición necesaria si admitimos que la gravedad sigue actuando sobre la tierra (o al menos que la tierra se mantiene rígida).

Imaginad qué aspecto tendría.

Continuará.

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