Me gustan las ficciones históricas cuando de ellas aprendemos sobre la condición humana. Los mejores personajes de ficción, los arquetipos, los mitos... llevan todos impresas nuestra forma de ser y entender. Dado lo larga que va siendo la Historia si la contamos en generaciones, y la pasmosa igualdad esencial entre los miembros de una misma especie -y más si son de culturas cercanas- basta investigar un poco para encontrarnos con la existencia real del Príncipe Azul letrado y guerrero, la Princesa Rubia valiente y prisionera, los Malvados Intrigantes y Señores de la Guerra que luchan por su interés, el Paladín demasiado cercano a la Reina... y mi personaje favorito en la serie que enlazo arriba, el Rey Indeciso.
La gran interpretación de Pablo Derqui nos despierta la empatía por un personaje, Enrique IV Trastámara, que en principio es el más débil y de los menos épicos del reparto. Y es esa debilidad de carácter de un rey colocado en el trono por el mismo valido (personaje neutral malo) que conspirará contra él y volverá a su lado cuantas veces sople el viento; agobiado por las tensiones de poder de un reino feudal; cosmopolita y tolerante y casi pacifista fuera de época... la que nos inspira compasión por un hombre sensible, algo inmaduro y sobretodo portador de la irritación de quien tiene que trabajar en lo que no le gusta.
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