Otro día estaba el sabio dando un paseo con un discípulo, a quien instruía en la doctrina zen.
Estaba oscureciendo y el maestro llevaba un farolillo en la mano.
-Maestro, ¿es cierto que puedes ver en la oscuridad?
-Sí, es cierto -admitió el sabio.
-Entonces, ¿por qué llevas siempre el farol en la mano?
-Para que los demás no tropiecen conmigo.
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